Este relato no pretende ser totalmente exacto, es más bien una historia sobre lo que en realidad pasó, y sigue pasando con la crisis en España, que, desde un principio, y ahora todavía más, se intenta ocultar mediante los medios de comunicación.
Antecedentes
En 2008, comenzó una crisis económica que,
históricamente se conoce ya (y se conocerá) como la Gran Recesión. Fue una de
las peores crisis de la Historia, y, para muchos países, España incluida, fue
la peor sin duda.
Esta crisis fue una crisis del sistema capitalista
neoliberal. El referente mundial, que imperaba desde 1989, tras la caída del
Muro de Berlín, y que existía desde el final de la Segunda Guerra Mundial, se
desplomó, y el mundo sufrió las consecuencias.
Para España, los orígenes de la crisis están en 1998.
Por aquel entonces gobernaba Aznar con el PP, y se enfrentaba al reto de
reactivar la economía española.
La economía española estaba en crisis desde 1993, año
en que el país rozó la recesión y el paro llegó al 24%.
Aznar realizó privatizaciones para controlar el déficit
(Endesa, Telefónica, Repsol) y hubo recortes sociales, pero no fue suficiente:
había que encontrar un motor para la economía.
El 1998, pues, el gobierno de Aznar (con Rodrigo Rato
de Ministro de Economía) publicó la Ley de Suelo, que, básicamente, causó que
fuese más fácil construir viviendas y venderlas. Ese sería el nuevo motor
económico.
Y así, durante 10 años, la economía española fue el
“milagro” del neoliberalismo. España se colocó en el puesto nº8 del mundo según
el PIB. Ciudades como Marbella eran el centro de blanqueo de dinero de muchos
extranjeros.
Pero este “milagro” tenía pies de barro: el ladrillo
empezó a subir, y se formó una burbuja inmobiliaria.
Este sistema económico, tan perfecto en teoría, acabaría cayendo tarde o temprano,
y el año fue 2008.
La
crisis financiera
Durante esos años e bonanza, en España y el resto del
mundo, los bancos habían estado dando créditos a cualquier persona que lo
pedían. De esta manera, los bancos de todo el mundo hacían paquetes con estas
hipotecas y las vendían a otros bancos. El negocio era el siguiente: tú me das
dinero en el momento, y así yo tengo liquidez, y tú cobrarás las hipotecas en
diez años. Parece un buen negocio, si no fuera por dos cosas: el dinero que se
usaba en las transacciones era dinero de los ahorradores, que no eran
informados de lo que se hacía con su dinero, y, también, porque las hipotecas
que se daban no iban a poder ser cobradas al ritmo de subida de los intereses
(el Euribor, del que tanto se hablaba en las noticias).
Esta práctica estaba condenada al fracaso, y, de hecho,
no tardó en llegar el momento en el cual las hipotecas no pudieron ser pagadas.
Se desató una crisis de crédito mundial: los bancos internacionales no pudieron
cobrar sus hipotecas, por lo que dejaron de dar préstamos. Esto paralizó la
economía de los países, pues, de repente, ya no había dinero para hipotecas, ni
para los negocios, ni para las familias, por lo que comenzó la crisis económica
de verdad. Fueron los bancos los que, en vez de hacer frente a las malas
gestiones, provocaron una avalancha de impagos para no caer.
La
crisis económica
La negación de Zapatero
Por aquel entonces, en España gobernaba el “socialista”
(PSOE) Zapatero, que había llegado al gobierno en 2004, después de la horrible
gestión que había hecho el gobierno de Aznar en la crisis del Prestige
2002-2003 y el atentado del 11-M en Madrid en 2004, así como un descontento social en general por su política.
Zapatero llegó a la Moncloa con promesas de reformismo,
pero cumplió más bien pocas: llegó el matrimonio homosexual, las leyes de
paridad y mucho más tarde la ley del aborto.
El caso es que el gobierno socialista vendía al
extranjero la idea de que la economía española era una de las mejores del mundo,
llegando a decir que estábamos en la “Champions League” de la economía, cuando,
en 2007, la economía española empezaba ya a “desacelerar”.
Durante todo 2007, y 2008, la versión oficial del
gobierno español fue de que no existía crisis alguna. No fue casi hasta julio de 2008, cuando ya se sabía que España iba a entrar en recesión, que reconoció
que había una crisis económica. Por aquel entonces, había ya casi tres millones
de parados.
Una cosa estaba clara: Zapatero no tenía ni idea de lo
que había que hacer, así que el camino más fácil era rendirse al capital y los mercados.
El primer rescate a los bancos y el Plan E
Y el capital (los mercados) habló. Los bancos habían
perdido mucho dinero con sus negocios turbios, y habían cortado el grifo del crédito.
Además, corrían riesgo los ahorros de mucha gente, pues, para los bancos, es
más importante la liquidación de los directivos que el dinero de sus clientes.
Con los ahorros de la gente en la mano, los banqueros
presionaron al gobierno para que los rescatara. A pesar de que el sistema
económico en España es capitalista, que defiende que el Estado no debe
intervenir en la economía, Zapatero sólo veía votos perdidos si los bancos caían.
De esta manera, Zapatero rescató a los bancos varias
veces, gastando un total de 16.000 millones de euros.
Esto provocó que el déficit del Estado aumentara. La
manera más fácil de que no aumente el déficit es vender la deuda; es un método
parecido al de las hipotecas: yo te pago ahora tus deudas, y dentro de tres, cinco, o diez años, tú me lo devuelves con intereses. Durante mucho tiempo, es
lo que ha hecho España con la deuda que ha gastado en rescatar a los bancos.
Llegando 2009, a Zapatero le quedaban pocas excusas:
los bancos, tras recibir el rescate, siguieron sin dar préstamos, y la gente
seguía yéndose a la calle. Además, la burbuja inmobiliaria había explotado y más de un millón de personas serían despedidas a los largo de ese año. Si no se hacía algo, habría cuatro millones de
parados muy pronto.
Lo lógico, hubiese sido invertir el poco dinero que le
quedaba al país después del rescate en haber creado otro sector económico que llevase adelante la
economía. Pero, y sin miedo a equivocarnos, podemos decir que Zapatero (y su gobierno) era
básicamente un inútil.
La “gran” solución que dio Zapatero fue el Plan E: la
economía se reactivaría, con un inmenso plan de obras públicas. La única
aportación de esto fue que no subiese mucho el paro, pero poco después, cuando
el dinero se gastase, la caída sería peor.
Y esto fue el Plan E, en el que se gastaron miles y
miles de millones de euros, que se multiplicaron a causa de las competencias de
ayuntamientos y Comunidades Autónomas, que, encima, se malgastaron en renovar
aceras, o en hacer autopistas que no llevaban a ningún lado, o proyectos que se pararon en seco al acabarse el dinero.
Así la deuda española se disparó, el déficit aumentó,
y todo esto sirvió sólo para que el paro llegase finalmente a cuatro millones en 2010, menos de un año después.
La primera tanda de recortes. La Huelga General del
29-S
Y llegó el 2010. Y el paro estaba en cuatro millones, y
el déficit subía, y los bancos seguían sin dar crédito. En Europa, ya se miraba
a España con preocupación. Grecia, Irlanda y Portugal, tarde o temprano, serían
rescatados, pero España era ya otra cosa. Si caía España, caería Italia, y la
Unión Europea se hundiría.
Desde Europa, sobre todo desde Alemania, se pedían
recortes. Esto, en gran parte, es a causa de que gran parte de la deuda española, al igual que la griega antes del rescate, era de los bancos españoles a la banca alemana.
Es muy posible que se le ofreciese a España el rescate
económico, a pesar de todo. Y es también muy probable que Zapatero no quisiera,
debido a la mala imagen que esto le provocaría. De esta manera, España no sería
intervenida, pero tendría que hacer recortes a cambio.
Se podría haber bajado el sueldo a los políticos;
también podrían haberse suprimido las ayudas a los bancos, o los enormes gastos
que producían las Comunidades Autónomas. Pero, por una causa u otra, como el
poder del capital, el amiguismo con los compañeros políticos, etc., lo que se recortó fueron
los derechos de los ciudadanos más pobres.
Subió la gasolina (seguiría subiendo), se bajaron las
pensiones, se eliminaron varias prestaciones por desempleo, y se hizo una
reforma laboral que abarataba el despido y bajaba los sueldos.
Los sindicatos mayoritarios no estaban muy por la labor
de protestar, pues recibían subvenciones bastante importantes del estado, y,
además el PSOE, que estaba en el gobierno, no iba a recortarlas. De esta
manera, los sindicatos vendieron a los trabajadores y se posicionaron de parte
del gobierno.
Para disimular, y que el engaño no fuese tan evidente,
se convocó una huelga general contra la reforma laboral del PSOE el 29 de
septiembre de 2010. A pesar de que hubo concentraciones bastante importantes en
todo el país, y que los sindicatos minoritarios sí protestaron de verdad, los
de UGT y CCOO volvieron a casa y se dejó de hablar de la reforma laboral.
Ningún recorte se paró ni se modificó.
Como era de esperar, lo único que consiguieron los
recortes fue empeorar la situación: si a la mayoría, los más pobres, les haces
pagar, literalmente, la crisis, no tendrían ese dinero para consumir, lo que
haría que la economía se atascara, pues los pobres, si bien tienen una capacidad adquisitiva más baja, son la mayoría. A finales de 2010 y principios de 2011, ya
se veía llegar el quinto millón de parados, con la economía peor que nunca, los
sindicatos rendidos al gobierno, y el gobierno a su vez rendido a Alemania y a
los Mercados, la población se sentía perdida, sin nadie que les guiara en
contra de los que les robaban y mentían. Les iban a hacer pagar la crisis, y no
sabían cómo impedir eso. Pero pronto, las cosas cambiarían.
El 15-M y la victoria del PP
A principios de 2011, el paro llegó a los cinco
millones. Mientras en Europa la economía caía y la situación empeoraba, sobre
todo en Grecia, Irlanda, Portugal, Italia y nuestro país, la historia seguía su
curso en la otra orilla del Mediterráneo. En diciembre de 2010, un joven
tunecino se inmoló en una plaza de una ciudad cerca de la capital. Esto desató
una revolución, que, a su vez, se extendió por todo el mundo árabe en
principio, Egipto, Bahréin, Siria, Libia, Argelia, Yemen, todos estos países
fueron testigos de caídas de dictadores, guerras civiles, revoluciones
pacíficas, violentas, terrorismo de estado, etc. Lo que no se sospechaba en el
mundo occidental era que, pronto, las revoluciones del mundo árabe cruzarían el
Mediterráneo y se instalarían en cada uno de los países de Europa y América. Lo
que si que no se sospechaba es que el punto por donde entraría esa oleada
revolucionaria era el país que menos había protestado hasta entonces: España.
El 15 de mayo de 2011 se convocaron manifestaciones por
todo el país, mediante una plataforma digital llamada “Democracia Real Ya!”,
cuyo discurso era, básciamente, horizontal, y en contra de partidos, sindicatos
y de los mercados.
Las manifestaciones en sí fueron más o menos
importantes, pero no fueron nada en comparación con lo que pasaría aquella
noche: un grupo de manifestantes, al estilo de las protestas en Egipto,
acamparon en la Puerta del Sol, Madrid. La Policía les echó. Al día siguiente,
había el doble de personas en la Puerta del Sol. Y la Policía les volvió a
echar. El 18 de mayo, decenas de miles de personas habían acampado en todo el
país.
A raíz de estas acampadas, se formó un movimiento
ciudadano de protesta. Al estar inspirado en las protestas del mundo árabe, se
llamó Movimiento 15-M.
Los políticos no reaccionaron bien ante estas protestas
que no tenían nada que ver con ellos. El 27 de mayo, en Barcelona, los Mossos
d’Esquadra intentaron desalojar la acampada del 15-M en la Plaza de Cataluña.
Hubo más de 200 heridos. Si bien la gravedad de los hechos no fue demasidado
alta, mucha gente se dio cuenta de que, realmente, en España la Policía seguía
siendo usada para reprimir protestas contra el sistema. Hubo nuevas cargas por
todo el país en los días siguientes, sobre todo cuando los “indignados” (15-M)
fueron a protestar a las tomas de cargo de los ayuntamientos en Valencia, Cataluña,
Madrid, etc.
Precisamente en aquellas elecciones, que se produjeron
en medio de las protestas, el PP ganó en casi todas las comunidades, excepto en
Cataluña, Euskadi, Navarra y Asturias.
El PSOE sufrió un descalabro enorme, como era natural,
después del desastroso tratamiento de la crisis. La población ya no creía en
ellos, y ahora giraba a la derecha.
De este modo, el cambio político en la población se
hacía patente: por un lado, las protestas del 15-M, multitudinarias pero
minoritarias en comparación con la población total, que abogaba por un cambio político y social, y la “mayoría silenciosa”,
que pasó de votar al PSOE a votar al PP. Esto es una consecuencia directa del
bipartidismo y de la Ley Electoral.
Las protestas siguieron, pero las acampadas seguían
perdiendo fuerza. El 19 de junio, tras manifestaciones de millones de personas
por todo el país, las acampadas se disolvieron y el 15-M se trasladó a los
barrios, formando asambleas vecinales.
Zapatero, ante lo inevitable, convocó elecciones
generales para el 20 de noviembre.
Las protestas siguieron, esta vez con la Policía mucho
más activa, y con más detenciones que nunca. Por ejemplo, en agosto, los
indignados intentaron recuperar la Puerta del Sol, porque la Policía los había
expulsado en aquellos días, y se produjeron cargas con bastantes heridos.
Las protestas no consiguieron nada en la práctica, pero
sí se hizo una cosa: la gente perdió el miedo a protestar. En 2011, el número
de manifestaciones y otro tipo de protestas se multiplicaron. Además de España, las protestas se exportaron
a Estados Unidos, formando el movimiento Occupy Wall Street, y de allí a todo
el mundo. Así fue como, en 2011, las protestas, que comenzaron en Túnez,
pasaron a ser unas protestas mundiales.
En septiembre, el PSOE propuso cambiar la Constitución para controlar el déficit en el futuro. El PP estuvo de acuerdo, y, ante las protestas de partidos nacionalistas, de izquierdas y de la ciudadanía, en menos de quince días se cambió por primera vez la Constitución desde que se promulgó en 1978, sin siquiera hacer un referéndum.
Los políticos ni se inmutaron ante las protestas, y el ritmo normal
de la política en España continuó. El 20 de noviembre se convocaron elecciones
generales, y el PP ganó por mayoría absoluta. La ideología del PP era conocida
por todos: el PP era neoliberal, lo que significa que no quieren que haya
intervención del Estado en la economía, por lo que se recorta el gasto público.
La táctica era parecida a la del gobierno de Aznar (que
por otro lado resultó un completo desastre). Lo que no se sospechaba
era que llegarían mucho más lejos.
Los recortes del PP
A pesar de
haberse celebrado elecciones anticipadas, Rajoy no tomó cargo hasta enero, y,
aún así, las medidas de verdad no llegaron hasta después de las elecciones
andaluzas de marzo.
Pero, cuando llegaron, los recortes fueron brutales.
En realidad, lo único que hizo el PP fue seguir el
camino iniciado por Zapatero en 2009 al iniciar el Plan E: el país se endeudó,
y la única forma para los políticos de no caer era hacer caso a Bruselas; y
Bruselas (Berlín) decía que había que hacer recortes para contentar a los
mercados. ¿Por qué hacía caso Bruselas a los mercados? Por la misma razón por
la que el gobierno español le hace caso a Bruselas; para poder seguir teniendo
los beneficios de ser político.
Por tanto, la
única manera de controlar el déficit es reducir gastos, pues a estas alturas ya
no hay dinero suficiente como para pagar la deuda e invertir en algo que dé
resultados rápidos (mejor antes de las elecciones generales de 2016), así que
hay que recortar. Recortar, recortar, y volver a recortar. Y, a pesar de esto,
los recortes que se hicieron no eran para controlar el déficit; son, más
bien, recortes ideológicos. Son ideológicos, porque son ineficaces. Como ya
hemos dicho, si le quitas el dinero a los pobres, la economía se estanca. Y eso
es justo lo que hace el PP: recorta en educación, en sanidad, sube impuestos
directos e indirectos (agua, luz, peajes, transportes, gasolina, etc.).
Una de las reformas que más oposición tuvo fue la reforma
laboral. Esta reforma laboral seguía el mismo camino, que la del PSOE:
abarataba despidos, bajaba sueldos, y, en general, hacía más fácil el despido y
la contratación bajo condiciones penosas. Los sindicatos, esta vez, le vieron
las orejas al lobo. Esta vez el gobierno no tendría problemas en recortar en
subvenciones, así que salieron a la calle. Hubo muchas manifestaciones, en las
que le 15-M tuvo un papel muy importante, y, finalmente, se convocó otra huelga
general para el 29 de marzo de 2012. La huelga fue secundada por millones de
personas, y hubo marchas de cientos de miles. A pesar de este súbito despertar
de los sindicatos, muy pronto el gobierno se sentó a la mesa de negociación y
los sindicatos dejaron de sacar a la gente a la calle.
Por su parte, los estudiantes también protestaron en
contra de los recortes del PP. Ya existía el movimiento estudiantil en la era
de Zapatero, unificado en la “Marea Verde”, pero la chispa de verdad estalló la
semana del 13 al 19 de febrero de 2012 en Valencia.
Durante varios días, los alumnos del IES Lluís Vives,
en la ciudad de Valencia, protestaban por las malas condiciones en que
estudiaban. Cuando las protestas se intensificaron, la Policía cargó. Al día
siguiente se concentró otra manifestación en contra de las cargas. La Policía
volvió a cargar. Finalmente, el jueves 16 se produjeron enfrentamientos entre
estudiantes y antidisturbios.
Se convocaron entonces manifestaciones por toda España,
y se produjeron disturbios en Barcelona. También fue importante la huelga
estudiantil del 22 de mayo, la primera que se convocó a nivel nacional.
La imagen del gobierno entre el pueblo español cayó en
picado. Pero también la de la Corona. El 14 de abril, coincidiendo con el Día
de la República, se supo que el Rey se había roto la cadena cazando elefantes
en Botswana. Ningún español lo sabía. El viaje, además, había sido pagado por
un empresario sirio, país en el que había una guerra civil. Todo tenía muy mal
aspecto. Esto, unido a la corrupción de la Familia Real, que había salido a la
luz a causa del Caso Urdangarín, y el hecho de
que el nieto del Rey se hubiese herido con una escopeta de caza, a pesar
de no tener licencia de armas, desató una avalancha de críticas hacia el Rey y
su familia. Se dice que aquel día más de la mitad de España se hizo
republicana. Y quizá sea cierto, pero, si es casi imposible que se haga un referéndum para preguntar al pueblo por un cambio menor en la Constitución, imaginaros para preguntar por un cambio en el modelo de estado. A pesar de que el Rey apareció en la
televisión pidiendo disculpas, ya no había marcha atrás; la gente se había desencantado con la Familia Real también.
En mayo, además, se supo que Bankia, un banco surgido
de la fusión de varias cajas de ahorro insolventes, dirigida por Rodrigo Rato
(el de la Ley de Suelo, sí), estaba en quiebra y tenía que ser rescatado por el
gobierno, como en 2010. El rescate sería de 23.000 millones e euros, más del
doble de lo que se recortó en sanidad y educación.
Al mismo tiempo, y a causa de la crisis de Bankia, la
prima de riesgo, que es el indicador de lo que pagamos por nuestra dueda, pasó
de los 530 puntos, en niveles de rescate. A principios de junio, todo parecía
indicar que España, sumida en un descontento social creciente, con la imagen de
sus gobernantes, de sus banqueros y de la Familia Real por los suelos, y con un
problema económico cada vez peor, sería rescatada. El Gobierno de Rajoy lo negó hasta el último día
El 9 de julio, justo antes de empezar la Eurocopa,
España pidió un rescate financiero a Europa de cien mil millones de euros.
Mariano Rajoy se dirigió a la nación el día 10, dijo sus mentiras, y se fue a
ver a la Selección Española en Polonia.
Y así estamos hoy, con casi seis millones de parados, la prima de riesgo, a pesar del rescate, casi a 600 puntos, y con otro rescate, el total, ya en el horizonte.
Sólo con un cambio súbito podrá España salir adelante. Si dejamos que los que nos gobiernan sigan en sus puestos, España seguirá en el agujero que ellos mismos han cavado durante mucho tiempo, y seremos nosotros quienes paguen las consecuencias.