viernes, 27 de julio de 2012

La guerra de nuestros abuelos



Muchas veces nos hemos preguntado qué diferencia había entre el pasado y el presente. ¿Por qué no reacciona la gente, si la están tratando peor que nunca? ¿Qué diferencia hay entre la guerra de nuestros abuelos y la nuestra?
Ahora, las imágenes de los mineros en lucha nos evocan recuerdos, pertenecientes (al menos para los que creemos aún en la lucha obrera) a un pasado glorioso y que parecía irrecuperable. Ya hemos visto que Rajoy hace milagros; ha conseguido que la gente vuelva a estar dispuesta a luchar.
Y ahora, ¿qué? En cierto modo, tenemos miedo. Miedo de que la vuelta de ese pasado abra heridas que nunca se volvieron a cerrar. Sabemos que es perfectamente posible que uno de estos días, antes o después, se intente tomar el Congreso de los Diputados. Ya hemos visto de lo que es capaz el gobierno: cuando los ciudadanos han intentado ir a protestar enfrente del Congreso, los policías de la UIP han reprimido violentamente a los manifestantes y han clausurado los accesos al edificio.
Esto no tiene marcha atrás. El gobierno de Rajoy no va a dejar que unas protestas pacíficas cambien nada de sus planes. Pero las protestas van a continuar, y, viendo la brutalidad con que se trata a los manifestantes, es casi seguro que al final serán violentas.
El gobierno se ha quedado solo, aislado. Ha hecho todo lo malo (o bueno) que podía hacer: callar cuando tenía que hablar, insultar cuando tenía que hablar, cerrarse cuando había que flexibilizar... Las medidas y la actitud de nuestros gobernantes han conseguido, en sólo ocho meses, que la oposición se organice y se radicalice; sólo el PSOE, que deja hacer, y habla con la boca pequeña, y los partidos nacionalistas CiU y PNV no se oponen abiertamente al PP. Prácticamente todos los demás partidos, como IU, EQUO, UPyD, ERC, CC, etc., todos los sindicatos, como CCOO, UGT, CGT, CNT, la Intersindical, USO, los funcionarios, los autónomos, el 15-M, YoNoPago, la PAH, Colectivo Prometeo... Todos se oponen a un gobierno que se ha deslegitimado solo. Sólo falta que todos estos grupos se organicen en un frente común.
Aunque aún no esté claro, es muy probable que haya empezado ya una guerra.
Es difícil fijar el comienzo de ésta, pero todo el descontento social empieza a ser inmenso. Al fin y al cabo, hace un año y pico, los asuntos políticos eran algo de lo que el pueblo no sabía ni quería opinar; hay una inmensa parte de la población que se ha preocupado por su país y ha señalado (correctamente) a los culpables, al origen de todo mal: los políticos. Ellos son los que, al no querer perder sus privilegios, han vendido al 99% a favor de los mercados. Esto, sumado, (¿por qué no decirlo?) a la subnormalidad de nuestros gobernantes del PPSOE, puede que el mandato de Mariano Rajoy sea el más corto de la "democracia" española.
"Agotaré la legislatura"

viernes, 6 de julio de 2012

El fin del capitalismo


La crisis financiera, que llevó a la crisis económica, y que ha acabado provocando una crisis social en el país, es, fundamentalmente, una crisis del capitalismo.
El sistema económico y político, que pregonó la Ilustración y la Revolución Francesa, y que sustituyó al Feudalismo y al Absolutismo, da su últimas coletazos de vida.
Las máximas del sistema capitalista son, en la teoría, la nula intervención del Estado en la economía, y una pirámide social basada en la meritocracia y la riqueza individual. En la práctica, sólo se consigue el dominio de la codicia. De esta manera, el capitalismo ha promovido la corrupción y la intervención de poderes económicos en la política.
Desde que las revoluciones Burguesas tuvieron éxito, el capitalismo provocó la caída de la calidad de vida de la mayor parte de la población, los más desfavorecidos, que empezaron a llamarse proletariados. Lo más irónico es que habían sido ellos los que habían muerto en las protestas por pedir democracia y libertad.
En seguida aparecieron nuevas ideas en contra del capitalismo y la burguesía, en forma del ludismo, y más tarde del anarquismo y el comunismo, que quedaron recogidos en las obras de Bakunin, Marx y Engels. Todas estas ideas fueron demonizadas y reprimidas por el sistema.
El caso es que el neo-liberalismo, la versión moderna del capitalismo, exportada por los Estados Unidos al resto del mundo, ha empezado a socavar las bases del sistema.
El neo-liberalismo es un capitalismo radical, que promueve la supresión de cualquier servicio del Estado a la población, como sanidad, educación… Para que las economías nacionales se regulen solas. Esto es en la teoría. En la práctica, este modelo sólo consigue arruinar países y el desmantelamiento de la democracia. En casos como Chile, Argentina, Ecuador, etc., se ha visto que con el neo-liberalismo ocurre lo siguiente: se realizan recortes sociales, normalmente sin oposición efectiva por parte de la población. A causa de estos recortes, la economía cae, y el Gobierno, para protegerse, busca una minoría y le culpa del estado de la economía. Con la excusa de combatir a esa minoría, se recortan derechos y libertades.
Esta crisis, como hemos visto, es el principio del fin del capitalismo. El problema es que, seguramente, arrastrará consigo muchos países. Quizá esta decadencia dure a lo largo de todo el siglo XXI, y de nosotros depende acelerar esa decadencia y conseguir que el sistema que lo suceda sea mejor que su antecesor, en vez de al revés.
Por otra parte, quizás esta crisis no sea sólo del capitalismo. Quizás lo que esté en decadencia sea la civilización occidental, que ha detentado el poder desde que Colón descubrió América en 1492.
Como otras grandes civilizaciones, como la cultura clásica, Mesopotamia, China, Persia, etc., la civilización occidental, proveniente de los restos del Imperio Romano y los invasores bárbaros estaría tocando también a su fin. Todo nuestro modo de vida, nuestras costumbres, desaparecerían y caerían en el olvido.
Dentro de Occidente, el poder ha ido cambiando de lugar, dependiendo de cuál fuese la máxima potencia en la época. Estados Unidos ha sido el último país que se ha considerado máxima potencia mundial.
Cuando el “Imperio” de Estados unidos caiga, Europa también lo hará. Tendremos que darnos cuenta por fin de que ya no somos el centro del mundo.
Ya hay países que están llamando a la puerta de las potencias mundiales: Rusia, el resto de América (Canadá, Brasil, Argentina, etc.), Corea del Sur, Australia, China, la India… Son los países que lucharán por el poder en un futuro no muy lejano, cuando el capitalismo se haya hundido. Probablemente países como China, que dependen de la economía estadounidense, estarán en desventaja, a pesar de que hoy por hoy es el país que más crece.
El ritmo de la Historia es inevitable. En menos de un siglo Europa pasará a ser una zona secundaria, sin poder político ni económico. Pero depende de nosotros, el pueblo europeo, el impedir que con esa caída vayamos detrás, como ha ocurrido una y otra vez en el ciclo continuo que es la historia de la Humanidad. 

domingo, 1 de julio de 2012

No más protestas inútiles

Basta ya de protestas inútiles. Desde hace ya más de un año, y durante este tiempo, en España ha habido muchas protestas, dirigidas a todo tipo de injusticias, leyes opresivas, el propio sistema, etc. ¿Y qué hemos conseguido? Nada, absolutamente nada, ¿Por qué? ¿No fueron suficientemente multitudinarias? Sí que lo fueron, y, según pase el tiempo, irán siendo cada vez mayores. Pero no sirve de nada que salgan a la calle millones de personas si no hay unas propuestas firmes sobre la mesa. Es cierto que hay lemas, pancartas, y comunicados, pero eso a los de arriba, a quienes debe llegar el mensaje, no les vale para nada.
No me refiero tampoco a los Puntos de Sol, pues llegaron tan tarde, y fueron tan insuficientes para las verdaderas intenciones de los indignados, que su valor actual es prácticamente nulo.
El método que se debería seguir en las protestas sería el siguiente: se propone un punto, por ejemplo, la modificación de la Ley Electoral. Lo suyo sería que se elaborase una nueva ley, y que se propusiera al Congreso de los Diputados. Si se rechaza, como es totalmente probable, se llevaría a cabo una insurrección civil, de cualquier manera: cortes de carreteras, acampadas, manifestaciones… Entonces sí se estaría protestando con un fin, y, en mi opinión, existe suficiente malestar social como para mantener las protestas hasta conseguir los objetivos que se persigan.
Los mineros de Asturias y León nos han demostrado que hacer retroceder al sistema es posible, es cuestión de ser firme y no rendirse, y tener un motivo concreto por el que luchar.
Por eso os digo, indignados, sindicalistas, republicanos, etc., que debéis cambiar vuestra forma de pensar y de actuar. La política de la pataleta, de la batucada y la cacerola, no es que no sea una forma válida de protestar, pero, sin ánimo de ofender, mimgún gobierno se va a dejar impresionar por un grupo de tambores, o una multitud que deja de protestar y se marcha cuando la Policía se lo ordena.
Ni siquiera sería necesario el uso de la violencia. Lo que hace falta es firmeza, no acatar las normas injustas a la primera de cambio.
Una revolución pacífica es posible en España; pero debemos unirnos, si no todo el pueblo, pues es imposible, todos los que anhelemos un mundo mejor para todos. No debemos dar un paso atrás, pues, si somos capaces de resistir, haremos temblar los cimientos del sistema y el pueblo español volverá a tomar las riendas de su destino. Pero, si no fuese posible, debido, por ejemplo, a una represión brutal por parte de las Fuerzas de Seguridad, habría que recurrir a la violencia, pues esto no es cuestión de imponer ideas, sino de retomar el poder para todos.
Tras esto, hago un llamamiento. Un llamamiento a los ciudadanos de este país que estén hartos, hartos de este gobierno que nos roba y nos miente, hartos de unos medios que manipulan a las masas, hartos de que cada vez se viva peor en un país que quiso entrar en la élite de la economía mundial, y hartos de no poder decir con orgullo que son españoles. No necesitáis el fútbol, coged vuestra bandera, da igual cual, y mostrádsela a los cerdos que están destrozando nuestro país, que es de todos, y que nos avergüenzan delante de todo el mundo. A todos vosotros, os llamo a la rebeldía civil, sin descanso, hasta que el gobierno dimita, hasta que se juzgue a los culpables de la crisis y se formule una nueva constitución, esta vez elaborada por el pueblo, y para el pueblo.
Españoles, uníos, por nuestro país, por el bien común, por la propia dignidad humana y por la libertad. Tenemos que luchar.