jueves, 13 de junio de 2013

¿Condenados a repetir la historia?


Mi último artículo en este blog fue publicado el 1 de septiembre de 2012, hace muchos  meses. Desde entonces, han pasado muchísimas cosas: el 25-S, una huelga general, casos de corrupción al más alto nivel, el problema del genocidio financiero ha llegado a los medios de comunicación, se ha aceptado la ILP (aunque ha sido adulterada al máximo), los escraches de la PAH, la monarquía ha seguido en caída libre, Jordi Évole se ha convertido en una celebridad, hostias en Barajas, disturbios en Jerez de la Frontera, la enésima traición a los trabajadores por parte de los sindicatos... Ha sido un tiempo para reflexionar y hacer retrospectiva sobre todo esto que ha pasado.
Se ha visto cómo la ciudadanía se ha organizado, por fin, sobre todo en los países del Sur de Europa, en vistas a formar una resistencia efectiva contra los poderes fácticos. Ejemplo de esto es la Marea Ciudadana en España, los movimientos en contra de la Troika en Portugal, en Grecia e Italia, movilizaciones ciudadanas en México, Paraguay, Turquía, la aparición (o refuerzo) de partidos que, aunque siempre sospechosos de ser populistas, proponen algunas alternativas al sistema actual como IU en España, el Movimiento 5 Estrellas en Italia, SYRIZA en Grecia...
Sin embargo, todo este movimiento (2012 fue el año con más manifestaciones y huelgas en mucho tiempo) parece ir a la deriva, no se decanta firmemente por un objetivo concreto. Unos piden la dimisión del gobierno, junto a la redacción de una nueva constitución. Otros, se limitan a clamar en contra de los recortes y a pedir al ejecutivo actual una política más social. Parece que el impulso inicial del 15-M se ha disociado en multitud de pequeños movimientos que no llegan a cuajar. Quizá sólo sea cuestión de tiempo que tengan éxito, pero, hoy por hoy, estos movimientos de "resistencia" corren el riesgo de desaparecer entre la pasividad ciudadana causada por la falta de resultados claros y la represión del gobierno. Y mientras tanto, otro tipo de fuerzas empiezan a agitarse desde las profundidades de la clase media de todas las naciones del planeta.
Esta nueva/vieja "izquierda" no es la única respuesta que está habiendo ante la destrucción de los derechos y el nivel de vida de la ciudadanía. Por todo el mundo, asistimos con estupor a la aparición de múltiples movimientos de corte ultraderechista: en Francia, el movimiento en contra del matrimonio gay, el Amanecer Dorado griego... Si fuesen casos localizados, no sería cuestión de alarma, pero la tendencia es clara: el autoritarismo y el totalitarismo se están expandiendo a marchas forzadas.
La imposición global del neo-liberalismo ha venido acompañada de un resurgimiento de corrientes nacionalistas, racistas, fundamentalistas religiosas, e incluso fascistas. Los ejemplos están por todas partes: la represión del P.R.I. en México; el Tea Party en los EEUU; el autoritarismo de Erdogan en Turquía; la violencia en Grecia por parte del propio estado y de los neo-nazis de Amanecer Dorado; el avance del poder de la Iglesia Ortodoxa en Rusia; la imposición de la Sharia en los países del Norte de África; y bueno, aquí en España, para qué vamos a contar, con las "reformas" del gobierno del PP y el aparente retorno de la influencia de la Iglesia en el ejecutivo.
La última vez que ocurrió esto fue durante la Crisis del 29 y la Gran Depresión, que también supuso el alzamiento de los estados fascistas en Alemania, Italia, España, Portugal, y que a su vez supuso el caldo de cultivo perfecto para que estallara la Segunda Guerra Mundial.
Sesenta millones de muertos y el terror nuclear deberían recordarnos que los problemas del mundo no se solucionan odiándonos y matándonos entre nosotros. Y el problema es que, si los movimientos ciudadanos no logran imponerse sobre la Troika y sus respectivos gobiernos, podríamos estar avocados a repetir, amplificados, los errores del pasado, sumándose además la amenaza medioambiental que pesa sobre nuestras cabezas de forma cada vez más apremiante. No dejemos que esto pase, no por nosotros, sino por nuestros hijos y nuestros nietos, no les obliguemos a repetir los mismos errores que cometieron nuestros abuelos.